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El fenómeno quinqui en la transición española

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 22 ene 2018
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 7 feb 2018

El fenómeno “quinqui” surgió en un contexto de transición a finales de los años 70 bajo una depresión económica, la crisis del petróleo, iniciada a principios de la década de los 70 y que duró otros diez años. Esta crisis tuvo sus efectos en todos los ámbitos, incluso en las nuevas generaciones, en las que las tasas de desempleo eran muy elevadas, relacionado con una escasez de servicios asistenciales y el nuevo fenómeno social que surgía con el consumo de heroína. Los “quinquis” eran jóvenes, adolescentes que vivían en las zonas de los barrios obreros de las grandes ciudades españolas. Sus vidas, marcadas por la marginación, el paro, la droga y la delincuencia. Las zonas en las que vivían estos jóvenes eran zonas del extrarradio, construidas durante el franquismo para la clase trabajadora y la emigración de las zonas rurales de España. Así, los quinquis escenificaban la pobreza, el desarraigo y el desamparo, muy diferente al progreso que se mostraba y se difundía por los organismos oficiales durante la etapa de la transición.

Los barrios se convirtieron en algo así como un centro de acogida formado por construcciones donde se agrupaba esa parte de la España agraria que buscaba el progreso en la industrialidad de la gran ciudad, cosa que no satisfizo a toda esa gente, por estar España aún pasando por las consecuencias de una dictadura fascista. Como las familias que formaban parte de estos barrios periféricos no pudieron prosperar económicamente y el gobierno no se preocupaba de su avance, fueron cada vez a peor, haciendo espacio a la droga más devastadora del momento, la heroína, con miles de consumidores en ese entonces.

En una época en la que, a su vez se iniciaba la Movida madrileña y que también compartía el culto a las drogas con el fenómeno quinqui, existía además la negación “punk” del futuro. Todo ello junto con el inicio de una sociedad del consumo y el bienestar, en el que algunos no podían formar parte de esa ansiada sociedad empujó a muchos de los jóvenes de esos barrios “olvidados” a la delincuencia y a la droga, creando un escenario de marginalidad y creando un círculo vicioso de droga, delincuencia y prisión para dichos jóvenes, que vendían y/o consumían la droga. El “mirar hacia otro lado” del gobierno provocó que estos jóvenes se convirtieran en carne de presidio. La situación en prisión agravaba aún más el problema, cuando aún se conservaban las leyes de la dictadura, un sistema penitenciario y penal aún nada reformado.


Fue la época entre mitades-finales de la década de los 70 y principios de los 80 en las que la delincuencia aumentó notablemente, y en los que no se dieron alternativas por parte del gobierno ni de los poderes públicos, teniendo como única solución la represión penal y la prisión, creando para aquellos que entraban en prisión, una espiral de drogadicción, delito, violencia, cárcel y muerte.

Todo esto crea al “quinqui” como un individuo que forma parte de la clase trabajadora, frustrada por no poder formar parte de un sistema capitalista que se estaba entonces iniciando en nuestro país. Dicha situación empuja a los jóvenes quinquis a transgredir la ley, a desobedecer a la sociedad de la obediencia, del trabajo mal pagado y del consumo. Los quinquis mostraron las grietas de la ley, formando un nuevo orden social de la desobediencia hacia aquello nuevo de lo que no podían formar parte y que les condenaba a una vida que no tenía nada que ver con lo que se mostraba por parte del gobierno y los organismos oficiales.


Por otro lado, la mujer, en este entorno de la cultura quinqui tampoco corrió suerte. Las mujeres eran víctimas de violaciones, abusos, violencia, y también de la droga y de las enfermedades que se derivaban de ella, como el SIDA. Mujeres pobres, sometidas a un sistema que no las ve ni las oye, y que tienen que soportar la desdicha y la frustración también por parte de sus familiares. Los quinquis fueron también etiquetados por su aspecto, por el color de su piel. Algo que hacia que los demás los temieran también por sus “pintas”. Eran mestizos, gitanos, eran oscuros, y así también los cuerpos represivos del Estado ejercían una mayor violencia sobre ellos.


Con todo esto nos preguntamos... ¿tenían otra salida realmente estos jóvenes? Sin oportunidades en un mundo desigual que promete un gran futuro y al final todo lo que les esperaba era un negro futuro en el que la pequeña delincuencia no era más que una oportunidad para sobrevivir.


Si bien el gobierno miraba hacia otro lado, los medios sí aprovecharon el fenómeno quinqui para llevarlo a la gran pantalla y, aunque mitificando la problemática, mostraba a ese joven delincuente, rebelde y víctima de la sociedad ante un sistema injusto. El Vaquilla, El Torete, El Pirri, El Jaro, que eran delincuentes, pasaron a ser estrellas de cine por poco tiempo con películas como Perros Callejeros (1977), Los últimos golpes de El Torete (1980), Chocolate (1980), Navajeros (1980), El Pico (1983), Yo, 'El Vaquilla' (1985), La estanquera de Vallecas (1987), entre otras películas del entonces nuevo género de cine “kinki”. El fenómeno quinqui no sólo tuvo cabida en el cine, también en la música, pero ¿existe la música quinqui? No es exactamente que haya un género quinqui, sino que en la época y en los barrios en los que vivían estos jóvenes se escuchaba cierto tipo de música de aquel entonces, que podía ser desde Obús hasta los Chichos, pasando por los Chunguitos, los Calis, Rumba Tres, Parrita o Barón Rojo, aunque fueran géneros totalmente diferentes.



Marta Pino Rodríguez Emmanuel, López Isidro. Fin de ciclo (2010). Ed. Traficantes de sueños. Colección útiles. ISBN-10: 8496453472 http://canalhistoria.es/blog/la-movida-madrilena/


 
 
 

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