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El trabajo dignifica (y mortifica)

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 21 mar 2018
  • 5 Min. de lectura

El trabajo... eso en lo que giramos la mayoría de seres humanos, de lo que dependemos para vivir y nos mantiene en el proceso vital. Para Marx, la actividad principal del hombre era el trabajo, que significa algo así como una transformación consciente de las condiciones naturales. El hombre vive y actúa en dos mundos, el artificial y el natural. El artificial sería el trabajo, y el natural la vida en sí misma. Marx describía un modo de producción como un modo definido de vida. Lo que una persona es tiene que ver con aquéllo que produce así como la manera que tiene de producirlo. El modo de producción es un concepto empleado por Marx para explicar el proceso por el cual los hombres interactúan con la naturaleza y entre sí mismos. Esto se compone de las relaciones de propiedad y las fuerzas productivas. En las relaciones de propiedad, Marx señala que en el proceso de producción los hombres trabajan con otros y para otros hombres. En un contexto capitalista, los que controlan los medios de producción son los que tienen el poder por encima de los que no, estos son los que sólo tienen su fuerza de trabajo y deben servir y obedecer a quienes tienen el poder. Se refería también Marx al concepto de 'manufactura' como la base del sistema productivo, en el que la división del trabajo era cada vez más compleja, alienando al obrero de sus 'facultades creadoras' o lo que es lo mismo, priva a los obreros de su tiempo libre para dedicarse plenamente al trabajo, lo que al final provoca que el obrero quede disminuido como ser humano, privándole de su habilidad artística, sus facultades reflexivas, quedando sólo expuesto a la fuerza de trabajo.


Y entonces, ¿de dónde sale eso de que el trabajo dignifica a la persona? Tiene que ver con el esfuerzo y la responsabilidad, el hecho de poder vivir una vida digna empuja a las personas a sacrificar parte de su vida a trabajar. Pero en ocasiones, el trabajo no dignifica, sino más bien lo contrario, esclaviza y subordina a un jefe, se entrega el bien más preciado de una persona que es su tiempo a cambio de un salario que muchas veces no es suficiente para subsistir de manera digna. Tomándolo de manera estricta, el trabajo o la fuerza de trabajo implica una “sumisión” por parte del obrero frente a su 'patrono', sea quien sea este último.

La teoría de los vínculos sociales de Hirschi guarda relación con una explicación de porqué la gente que tiene un trabajo y una estabilidad social delinque menos que aquellos que tienen un mayor desapego social, entre ellos se encuentra la situación de no tener un trabajo. Hirschi explica que la gente respeta la ley porque tiene unos vínculos con la sociedad, por lo tanto, la delincuencia es una posibilidad que surge cuando los vínculos que nos unen a la sociedad se debilitan. Los vínculos que describe Hirschi que evitarían la realización del comportamiento delictivo serían: el apego, el compromiso, la participación y las creencias. En el vínculo de la participación entraría el trabajo, en la que Hirschi dice que cuánto más tiempo dedica la persona al trabajo y a otras actividades sociales, menos tiempo libre tiene para tener la oportunidad de delinquir. Por otro lado, la teoría de la anomia de Merton hace referencia a tres características que harían que una sociedad fuera anómica (refiriéndose sobretodo a la sociedad norteamericana contemporánea), las cuales son: el desequilibrio entre fines y medios, el universalismo en la definición de los fines y la desigualdad en el acceso a las oportunidades. Se basa Merton en la anomia dentro de la sociedad norteamericana porque en dicha sociedad el fin principal es llegar al éxito económico. El hecho de ver en el trabajo un sobreesfuerzo, una gran presión necesaria para escalar en el orden social, hace que se desvalore más y más a la persona y ésta acabe dejando de esforzarse a través del trabajo y vea la delincuencia como una vía fácil de ganar más dinero. Ése valor atribuido al éxito lleva a una persona a preguntarse qué medios son más eficaces para conseguir dicho éxito, sin importar si son lícitos o no. Merton hace referencia a la desigualdad de oportunidades para alcanzar el éxito monetario, aquí entra en juego la estructura de la sociedad, que en el caso de la sociedad norteamericana (y en la nuestra cada vez más) es ampliamente desigual. Las oportunidades para conseguir el éxito distan mucho entre clases sociales, lo que lleva a que mientras unos grupos sociales dispongan de una estructura ideal para conseguir sus fines, otros grupos, los que pertenecen a las escalas más bajas de la estructura social, vean bloqueadas esas oportunidades para ellos y decidan que las posibilidades de conseguir el éxito por vías lícitas sean muy reducidas, siendo el delito algo tentador.


Merton ve también las altas aspiraciones como una de las fuentes de presión anómica que ha desarrollado una idea que anteriormente había utilizado Durkheim y que explica las tasas de suicidio en la sociedad europea del siglo XIX. Durkheim creía que en periodos de crisis es cuando sus impulsos biológicos hacia las altas aspiraciones no tienen regulación alguna, esto lleva a la persona a la infelicidad y a la depresión y explica las altas tasas de suicidios en los periodos que especificó el autor. Aunque ambos autores veían las altas aspiraciones de manera diferente (para Durkheim eran naturales y para Merton inducidas socialmente), tendría lógica pensar que si una persona se encuentra en una situación de desempleo durante mucho tiempo y sin conseguir satisfacer su autoestima mediante el trabajo ni el dinero que va a permitirle vivir mejor, pueda acabar delinquiendo, o en el peor de los casos acabando con su vida.


Puede resultar exagerado pensar así, pero cierto es que ha habido casos reales. Así pues, acerca de si el trabajo dignifica o mortifica a la persona podríamos decir que siempre depende del trabajo que una persona tenga, y podría decirse que la mayoría de personas trabaja para vivir, ya que de no ser así las consecuencias serían nefastas para su propia vida y para los que dependan de él/ella. La criminología marxista cree que el capitalismo es el factor criminógeno, ya que la pobreza causa la delincuencia, como ya hemos explicado, existe una vinculación entre la pobreza y el delito.



Isorni, M.E. Los conceptos de hombre y trabajo en Karl Marx y Jean Paul Sartre. Recuperado de: http://fhu.unse.edu.ar/carreras/rcifra/emiliaisorni.pdf

Cid Moliné, J; Larrauri Pijoan, E. Teorías criminológicas: explicación y prevención de la delincuencia (2001). Bosch.




 
 
 

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